Festejamos el día del militante, hoy queremos reafirmar nuestra identidad recordando el ejemplo de uno de los mártires de la causa del pueblo. Ese mártir es el Gral. Juan José Valle, líder de la sublevación contra la revolución fusiladora. Esperemos que las cientos de visitas lean un poco para aprender quien fue este prócer del pueblo del que no se habla en las escuelas.
Decimos esto ya que este órgano de difusión de
Por eso si leen tanto, aprendan un poco sobre el tema que nos compete que es el General Valle.
Este mártir encabezó en 1956 el alzamiento contra la revolución fusiladora que había derrocado el gobierno constitucional del Gral. Perón un año antes. La misma que no había tenido reparos en bombardear Plaza de Mayo atentando contra la vida de trabajadores que por allí transitaban dejando un saldo lamentable de más de 300 muertos y 3000 heridos.
El alzamiento fue detectado por los servicios de informaciones bastante tiempo antes, el gobierno dictatorial dejó que los acontecimientos se desarrollaran. Cuando el día 9 de junio se produjo la revuelta, en las guarniciones esperaban a los complotados.
El día 12 de junio un comunicado oficial de los asesinos expresó: “Fue ejecutado el ex general Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado”. Para asesinar cobardemente al general Valle, que se entregó voluntariamente a las autoridades militares, el gobierno de facto aplicó en forma retroactiva la ley marcial ya derogada.
Su muerte no fue la única, también fueron fusilados más de 30 personas entre ellas civiles y militares sin contar los cientos de encarcelados que serían torturados en las prisiones del régimen.
Aquí la carta que envió este patriota a sus asesinos Aramburu y Rojas. Espero se tomen el tiempo de leerla para aprender de que se trata cuando hablamos de dignidad.
Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí, bastaba. Pero no, han querido escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas en los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí está inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes, me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, ¡hasta ellas!, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años, sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones. La palabra "monstruos" brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclamada radial comenzó por exigir respecto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos ni un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95 por ciento de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido. Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro pueblo. Todo el mundo sabe que la crueldad la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para liberarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por ese método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios, quien murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y, como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos, no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conocerá algún día esta carta y la proclama revolucionaria, en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con las que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva
ADRAHI
MESA